La diversidad étnica de Andalucía
En un mar de rostros, los andaluces ofrecen una fascinante diversidad de miradas y orígenes que dan testimonio vivo del turbulento pasado de la región como rincón muy invadido de Europa. Desde los primeros tiempos, conquistadores, refugiados, soldados, mercenarios, mercaderes y aventureros se han sumado a la rica y diversa mezcla de ingredientes con la que se han moldeado los andaluces.
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El concepto de pureza racial, aunque tal cosa fuera deseable alguna vez, hace tiempo que se descartó por irreal. Como europeos, vivimos en un continente que, a pesar de un sentido más amplio de la identidad cultural y del concepto de afinidad racial, está formado por una miríada de naciones y regiones, cada una con sus propias tradiciones y mitología sobre sus orígenes.
Teniendo en cuenta este nivel de diversidad dentro de nuestro propio continente, y el hecho de que limitamos con dos grandes masas terrestres, es lógico suponer que todas las comunidades, salvo las más aisladas y remotas, no podrían resistir el ser arrastradas por las grandes olas migratorias que se han producido desde los primeros tiempos.
Desarrollar la diversidad
Decir que todos somos de origen "mestizo" no significa restarle importancia a nuestra identidad nacional o regional, ya que no es tanto la pureza de la raza como la mezcla precisa de ingredientes lo que determina nuestro carácter nacional. Visto así, los pueblos de Europa ofrecen un fascinante vínculo vivo con un pasado lejano, pero en ningún lugar es tan vívido como en las zonas de contacto de los bordes del continente, donde muchos siglos de interacción entre diferentes pueblos han producido un verdadero mosaico étnico.
Basta un paseo por las calles de Andalucía para darse cuenta de que ésta es una de esas fascinantes zonas de contacto, un área enriquecida por la embriagadora mezcla de culturas, tradiciones y genes, pero unida por un sentido común de identidad.
Es cierto que uno espera ver todo tipo de humanidad en un destino turístico tan popular como la Costa del Sol, pero la variedad que describo aquí se refiere a la propia población local. Los extranjeros pueden tener sus ideas preconcebidas sobre el aspecto de los españoles, pero, en realidad, una calle llena de gente puede revelar las características típicas de los celtas, los semitas, los romanos y los íberos, por nombrar sólo algunos. La condición de Andalucía como imán para gentes de todas partes no es nueva, y se refleja en los rostros de los andaluces de a pie.
Romper la brecha
Si los programas de televisión y los juegos de ordenador hubieran existido en la época clásica, la población del sur de España podría haber heredado el aspecto mediterráneo y sencillo de sus antepasados originales. Pero no fue así. Una combinación de codicia, sed de viajes y hambre ha traído oleadas de "inmigrantes" a las costas andaluzas desde el principio de los tiempos. Los primeros, los celtas de Europa central y occidental, ya se habían asimilado a los íberos para formar las llamadas tribus celtíberas.
Trayendo a la Península Ibérica su cultura, su carácter pendenciero y su tez pálida, enriquecieron la zona con su capacidad artística y su habilidad para trabajar el metal, sentando las bases de un espíritu celta que -hasta hoy- resuena con fuerza en las regiones del norte de Portugal y España.
Iberia surgió realmente gracias a la llegada de comerciantes fenicios y cartagineses, que introdujeron a los lugareños en su avanzada cultura. El impacto de esta interacción fue tan fuerte que daría lugar al florecimiento de un estado indígena muy sofisticado conocido como Tartessus. A estos pueblos semitas, emparentados con los árabes que más tarde arrasarían la región, pronto les siguieron los hebreos, también semitas, que buscaban refugio tras la gran diáspora judía. Junto con los griegos, proporcionan una cepa del Mediterráneo oriental que, con toda su importancia, se vería posteriormente eclipsada por la contribución romana al acervo genético ibérico.
Ascenso de los romanos
Los soldados, administradores y mercaderes romanos residentes en las tierras de su imperio se fusionaron en gran medida con los lugareños para formar los inicios de la nación española, a la que dotaron de su lengua en el siglo V d.C. Fue en esta época cuando estaba a punto de comenzar el mayor desplazamiento de personas que jamás había visto Europa.
Como un efecto de ondulación en un estanque, la inquietud de las tribus mongolas a lo largo y ancho de la masa terrestre euroasiática tuvo un efecto dominó que iba a señalar el fin del Imperio Romano y a cambiar un continente para siempre. Los mongoles desplazaron a las tribus turcas hacia el oeste que, a su vez, empujaron a los eslavos hacia las tierras germánicas, lo que provocó un aumento de la tensión y del nivel de desorden en la población. Más tarde, esto se convirtió en un movimiento masivo que rompió las defensas del Imperio Romano, enviando hordas de belicosas tribus germánicas que se extendieron por el sur de Europa. Una vez allí, establecieron su dominio, construyendo reinos guerreros para competir entre sí.
En vísperas de la invasión musulmana de la Península Ibérica, en el año 711, los visigodos, los suevos y los vándalos habían empezado a integrarse con la población local, pero otra migración masiva estaba a punto de alterar el equilibrio una vez más. Al igual que los caudillos germánicos, los gobernantes árabes de Andalucía quizá no fueran tan numerosos como su poder sugería, pero está claro que, junto con los bereberes del norte de África, influyeron no sólo en muchos elementos de la cultura andaluza, sino también en su composición étnica.
Andalucía hoy
Cuando, tras siete siglos de lucha, los cristianos expulsaron a los musulmanes de su último vestigio en Granada, intentaron asegurar la región expulsando a moros, bereberes y judíos de España. En lo que hoy se llamaría limpieza étnica, sustituyeron a los antiguos conquistadores por inmigrantes del norte de España, pero pasaron por alto a los gitanos que habían llegado al país durante la Edad Media. A pesar de que estos nómadas de piel oscura escaparon a la expulsión, nunca se asimilarían del todo, a diferencia de los descendientes de los moriscos que se convirtieron al cristianismo y se fundieron con la corriente principal.
Si este largo y a menudo sangriento periplo ha moldeado al pueblo español, tanto física como culturalmente, y en cierto modo ofrece una explicación de cómo se puede distinguir a los andaluces rubios, morenos, pálidos, de nariz aguileña y exóticamente oscuros con una sola mirada, nuestra propia época parece estar preparada para iniciar un nuevo capítulo de definición de la población.
La Diversidad Étnica de Andalucía por copyright de Michel Cruz, para más información visite su página web en www.freelancewriter4u.com.